lunes, 26 de diciembre de 2011

Diario de Cuba. Viñales

17 Sábado. Hoy hemos estado en Cayo Jutias. El tiempo ha cambiado de repente y hemos vuelto pronto a Viñales. Eso me deja tiempo para salir a trotar un rato por este valle. 
El valle de Viñales es famoso por los mogotes.

Los mogotes son elevaciones de piedra caliza cubiertos de vegetación diseminadas por todo el valle, un valle verde y fértil, lo que produce un paisaje realmente especial.
Sigo las indicaciones de Tony el dueño de la casa donde estamos alojados. Recto y torcer en la tercera cuadra a la derecha. 
Luego paso por la casa de Roberto (el Macho) y por el campo de pelota (así llaman al béisbol aquí) y ya estoy en el campo. La tierra aquí es roja, aquí la llaman tierra gorda, hay mucha humedad en el ambiente pero aún así siempre es una gozada correr por un terreno nuevo y este es espectacular.
Voy fuera de camino con la intención de acercarme al pie de un mogote. He cruzado algunas improvisadas vallas y atravesado un par de campos pero ya estoy cerca de uno de estos “mallos”. 
Me recuerdan los mallos de Riglos algo más bajos y con mucha más vegetación pero aún así sacan ese escalador que llevo dentro. 
Me planto al pie de la pared y sin casi darme cuenta busco la línea de escalada lógica. Un pequeño diedro casi vertical parece llevar a la cima. Empiezo a trepar por ese diedro usando las múltiples ramas que salen de la pared como apoyo. 
Por suerte a los pocos metros recupero la cordura. 
Hace unos diez años que no escalo, mi forma no es ni de lejos la apropiada para esta aventura, estoy solo y nadie sabe a donde me he dirigido. 
Bajo y sigo bordeando este mogote sin dejar de ver las paredes. De repente oigo un grito y veo un cuerpo caer al vacío… pare quedarse colgado de una cuerda. He dado con una zona de escalada en una pared desplomada con multitud de estalactitas y sin vegetación. Un par de cordadas están ensayando sus vías. Desde donde estoy parece como poco un octavo grado. Sigo por el sendero y veo unos escalones de hormigón que parecen conducir a la zona de escalada. Subo y me encuentro con una cueva. Oscura y profunda parece interesante pero yo voy sin frontal. 
Sigo hasta donde están los escaladores y estamos un rato compartiendo impresiones. Parece ser que en esta zona hay bastantes vías bien equipadas y de gran dificultad. Comento que mi intención de dar una vuelta por el mogote y uno de los escaladores me comenta que se puede atravesar el mogote a través del túnel. 
Era la cueva que había abandonado antes llamada la cueva de la Vaca. Sabiendo que tiene salida y con cuidado me aventuro por ella. Cuando casi estoy a punto de volverme veo un poco de luz más adelante. Sigo hasta la salida. Perfecto. Se puede bajar fácilmente y el recorrido merece la pena. 
Toca encontrar un camino de vuelta. 
Campos de yuca, malanga, café y sobre todo tabaco que puedo atravesar o bordear sin dificultad hasta que doy con una valla imposible. Decido ir al encuentro de un bohío para seguir por el camino de acceso al mismo. Encuentro a un guajiro contemplando su manada de chanchos y le pregunto por el camino de vuelta a Viñales. Fácil. 
El camino estaba cerca y sin contratiempos, justo al atardecer, llego al pueblo.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Diario de Cuba. Cayo de Santa Maria

Domingo 11. Salgo temprano, justo antes de amanecer. 
Salir a correr en un cayo no da muchas posibilidades así que en seguida topo con el mar. 
La única alternativa consiste en correr por la playa. 
No es una mala alternativa. La arena esta dura, la mar calma y las vistas son maravillosas. 
Intento no mojarme las zapatillas con agua salada así que cuando la vegetación se acerca demasiado a la orilla tengo que buscar camino por el interior. Encuentro algunos senderos interesantes con no demasiadas raíces. 
Cualquier traza de sendero entre estos manglares se agradece pero al cabo de unos metros vuelvo a dar con el mar. 
Esta vez es una preciosa ensenada. 
El agua es transparente y todo parece una postal del paraíso así que me quito las zapas y la ropa y a nadar.
Es una de esas playas que casi no tiene pendiente así que al parar de nadar puedo hacer pie en el fondo.
Cerca una familia de pelícanos está posada en la superficie sin importarles mi presencia. Por turnos remontan vuelo para precipitarse en picado contra el mar unos metros mas adelante. 
Es su forma de buscar el desayuno. Algunos de ellos salen con el pez todavía a medio tragar.
Es uno de esos momentos especiales a guardar.

Los pelícanos ya han desayunado pero yo no, así que toca volver. 
 Salgo, me visto y con cuidado para no perderme vuelvo al hotel.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Diario de Cuba. Trinidad

 Viernes 9. Me despierto temprano y, aprovechando que mis compañeros de viaje están profundamente dormidos, decido salir a trotar un rato. Mi estado de forma ha caído en picado las últimas semanas así que no quiero desperdiciar la ocasión de sudar un rato y además hacer turismo de zapatillas una modalidad que me suele deparar casi siempre bastantes satisfacciones.
La calle esta aún oscura pero falta poco para que empiece el día. Ya hay gente en la calle. Cada uno a su tarea sin preocuparse por que un turista en pantalón corto vaya "apurándose" sin saber muy bien hacia adonde. Empiezo a notar los mojitos de la noche anterior lo que unido a que las calles en esta ciudad están empedradas hace necesario extremar las precauciones si no quiero acabar con un tobillo averiado.
La tarde anterior estuvimos por esta zona paseando hasta el atardecer así que tengo un recorrido más o menos previsto.
De la calle Camilo Cienfuegos a la Calle José Martí hasta el Parque central. De allí a encontrar la Taberna El Roble y luego a la Plaza Mayor. Desde este punto quiero llegar a una Ermita que vimos  monte arriba pero a la que ayer no llegamos.
El ambiente por la madrugada es más tranquilo que el de la tarde y nadie me detiene para darme conversación o pedirme lapiceros. Aún así observo que, poco a poco, las calles se llenan de vida.
Llego a la Ermita de la Candelaria de la Popa que resulta ser casi un decorado pues solo queda en pie la fachada delantera a duras penas sujeta por unos corroídos andamios de madera. En este punto un fornido negro sale de una casa unos metros más adelante y me suelta una ristra de frases en un rápido castellano lleno de giros que no había escuchado antes.
Yo me quedo desconcertado. Se que los dos hablamos la misma lengua pero no solo no he entendido una sola palabra sino que ni siquiera sé si esta contento o enfadado. Opto por pensar que esta contento y continúo con mi marcha.
Desde la Ermita veo un camino que sube monte arriba y para allá que me voy.
La empinada cuesta hace que sude el ron que me quedaba por sudar para ver que bastantes metros más arriba el sendero acaba en una especie de estación de radio a juzgar por la antena.
Disfrutando llego hasta lo más alto. Es la loma de la Vigia. El paisaje merece el esfuerzo. Veo toda Trinidad con su puerto y el mar al fondo.
Sale el guarda de la instalación. Ningún problema. No solo está encantado de tener compañía a estas horas de la mañana sino que me lleva bordeando la valla para mostrarme una escalera que lleva un observatorio particular desde el que se ve Trinidad y el valle de los ingenios en toda su plenitud.
Noel, que así se llama mi improvisado guía, me cuenta historias de la zona.
Algunas sobre cofres llenos de monedas de oro de cuando ese valle estaba lleno de caña de azúcar y era una zona fértil y rica donde había grandes terratenientes que pedían permiso al Rey de España para cubrir el suelo de sus dormitorios con monedas de oro.
Según Noel el Rey contesto que en las monedas estaba su cara y que nadie podía usar su cara de forma tan descortés.
El señor en cuestión propuso poner las monedas del otro lado lo que fue rechazado de nuevo dado que allí  figuraba el escudo de la corona ofreciendo el Rey la posibilidad de que, si tan rico era, pusiera las monedas de canto.
Parece ser que no  gusto la idea y el señor decidió entonces esconder sus ganancias.
Cada año un cofre repleto de monedas de oro era trasportado a un lugar secreto de la cercana sierra de Escambray por los dos esclavos más viejos del señor siendo este el último servicio que le prestaban.
Esto duro varios años según Noel hasta que empezaron a llegar por aquí vientos de libertad y revueltas y los negros empezarón a meter candela a los campos.
Noel me cuenta que de vez en cuando vienen grupos de aventureros con detectores de metales a intentar encontrar estos cofres... con poca fortuna.
Yo me despido y comienzo la bajada. Decido llegar hasta el mar. Ahora la calle esta repleta de vida. Me llama la atención los alrededores de los colegios con los alumnos uniformados con su pañuelo de distinto color según edades. Me sorprenden los distintos medios de llevar a los niños al cole.
Desde bicicletas con unos improvisados pero eficientes sillines hasta en carreta.
Cualquier medio es valido con tal de llegar puntuales a clase que si algo le sobra a esa gente es imaginación y capacidad para salir adelante con pocos recursos.