jueves, 22 de diciembre de 2011

Diario de Cuba. Trinidad

 Viernes 9. Me despierto temprano y, aprovechando que mis compañeros de viaje están profundamente dormidos, decido salir a trotar un rato. Mi estado de forma ha caído en picado las últimas semanas así que no quiero desperdiciar la ocasión de sudar un rato y además hacer turismo de zapatillas una modalidad que me suele deparar casi siempre bastantes satisfacciones.
La calle esta aún oscura pero falta poco para que empiece el día. Ya hay gente en la calle. Cada uno a su tarea sin preocuparse por que un turista en pantalón corto vaya "apurándose" sin saber muy bien hacia adonde. Empiezo a notar los mojitos de la noche anterior lo que unido a que las calles en esta ciudad están empedradas hace necesario extremar las precauciones si no quiero acabar con un tobillo averiado.
La tarde anterior estuvimos por esta zona paseando hasta el atardecer así que tengo un recorrido más o menos previsto.
De la calle Camilo Cienfuegos a la Calle José Martí hasta el Parque central. De allí a encontrar la Taberna El Roble y luego a la Plaza Mayor. Desde este punto quiero llegar a una Ermita que vimos  monte arriba pero a la que ayer no llegamos.
El ambiente por la madrugada es más tranquilo que el de la tarde y nadie me detiene para darme conversación o pedirme lapiceros. Aún así observo que, poco a poco, las calles se llenan de vida.
Llego a la Ermita de la Candelaria de la Popa que resulta ser casi un decorado pues solo queda en pie la fachada delantera a duras penas sujeta por unos corroídos andamios de madera. En este punto un fornido negro sale de una casa unos metros más adelante y me suelta una ristra de frases en un rápido castellano lleno de giros que no había escuchado antes.
Yo me quedo desconcertado. Se que los dos hablamos la misma lengua pero no solo no he entendido una sola palabra sino que ni siquiera sé si esta contento o enfadado. Opto por pensar que esta contento y continúo con mi marcha.
Desde la Ermita veo un camino que sube monte arriba y para allá que me voy.
La empinada cuesta hace que sude el ron que me quedaba por sudar para ver que bastantes metros más arriba el sendero acaba en una especie de estación de radio a juzgar por la antena.
Disfrutando llego hasta lo más alto. Es la loma de la Vigia. El paisaje merece el esfuerzo. Veo toda Trinidad con su puerto y el mar al fondo.
Sale el guarda de la instalación. Ningún problema. No solo está encantado de tener compañía a estas horas de la mañana sino que me lleva bordeando la valla para mostrarme una escalera que lleva un observatorio particular desde el que se ve Trinidad y el valle de los ingenios en toda su plenitud.
Noel, que así se llama mi improvisado guía, me cuenta historias de la zona.
Algunas sobre cofres llenos de monedas de oro de cuando ese valle estaba lleno de caña de azúcar y era una zona fértil y rica donde había grandes terratenientes que pedían permiso al Rey de España para cubrir el suelo de sus dormitorios con monedas de oro.
Según Noel el Rey contesto que en las monedas estaba su cara y que nadie podía usar su cara de forma tan descortés.
El señor en cuestión propuso poner las monedas del otro lado lo que fue rechazado de nuevo dado que allí  figuraba el escudo de la corona ofreciendo el Rey la posibilidad de que, si tan rico era, pusiera las monedas de canto.
Parece ser que no  gusto la idea y el señor decidió entonces esconder sus ganancias.
Cada año un cofre repleto de monedas de oro era trasportado a un lugar secreto de la cercana sierra de Escambray por los dos esclavos más viejos del señor siendo este el último servicio que le prestaban.
Esto duro varios años según Noel hasta que empezaron a llegar por aquí vientos de libertad y revueltas y los negros empezarón a meter candela a los campos.
Noel me cuenta que de vez en cuando vienen grupos de aventureros con detectores de metales a intentar encontrar estos cofres... con poca fortuna.
Yo me despido y comienzo la bajada. Decido llegar hasta el mar. Ahora la calle esta repleta de vida. Me llama la atención los alrededores de los colegios con los alumnos uniformados con su pañuelo de distinto color según edades. Me sorprenden los distintos medios de llevar a los niños al cole.
Desde bicicletas con unos improvisados pero eficientes sillines hasta en carreta.
Cualquier medio es valido con tal de llegar puntuales a clase que si algo le sobra a esa gente es imaginación y capacidad para salir adelante con pocos recursos.

2 comentarios:

  1. Te vas a Cuba y te encuentras a papa NOEL, jajaja.
    Feliz Navidad.

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  2. Si Paco pero me quede sin regalo...
    Feliz Navidad a ti también.

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